Volvemos... luego de bastante tiempo en el que pasaron muchas cosas, incluida, la pandemia. Regreso con un hermoso y terrible poema cuya esencia nos ubica frente al patriarcalismo propio de la década de 1950-60. Es hermoso por su estructura sintáctica plena de figuras literarias y un lenguaje lírico que dice lo que no dice. Es el hablante lírico expresando sus emociones y sentimientos. Su actitud es carmínica, ya que predominan estos sentimientos en forma casi absoluta: "En la hora del exterminio nací...me acogieron llamaradas frías..." Y digo es terrible, al leer descripciones líricas enunciativas del presente y futuro de la hablante: "Desde que me puse de pie, ya estaba señalado donde y como debía poner el pie esclavo..." Describe lo que va a pasar en su futuro como mujer. A pesar de que el hablante lírico no especifica el tiempo, porque la poesía es atemporal, el título del poema nos trata de ubicar en un contexto de los años 50 y su determinismo en la vida de la mujer de esa época. Aquí está:
En la ola del exterminio nací. Me acogieron
llamaradas frías. Estaba preparado
mi camino en bajada. Un aguacero
continuo
me esperaba y bajo él jugué
vistiendo muñecas.
Desde que me puse de pie ya estaba
señalado
donde y como debía
poner el pie esclavo.
No existía para mí el "yo quiero".
Parecían mortajas pequeñitas mis vestidos
de organza. Y yo extendía las manos y reía
y quería ser princesa.
Y era mi madre el astuto cancerbero
y era la patria el patio del cancerbero.
Solícitos vinieron los verdugos,
algunos para desposarme.
Querían estrujarme para sacar mis jugos como
a otro limón desamparado.
Y robarme el tiempo, el tiempo donde todo rema,
donde crece y se extiende la copa vigorosa
como la de los árboles frondosos.
Las horas sagradas donde se escribe el poema,
me las querían quitar como asaltantes.
Al servicio de la especie, me dijeron.
Yo estaba al servicio de la especie y mi
razón de existir
era acunar nuevos esclavos.
Ni nombrar querer ser poeta a no ser
que sea una vergüenza para el Verbo:
una señora parlante:
ella hace panegíricos a las rosas de su
patio, a su nuera y a su nieta
y recita sus poemas. Afuera llueve
y la poesía se acongoja y sale huyendo.
En una palabra: Querían que dejara de ser
Hombre,
que renunciara a ser Hombre
y palpar el universo
desde sí mismo,
como todo hombre habría de hacerlo.
Y así crear Belleza
como todo lo viviente.
¡Y hasta la más humilde hierba
eleva su flor, reclamé!
Menos la mujer, la muriente,
le dije al mundo.
Y el mundo me odió por esto.
Quilpué, 21 de Julio de 2007.